Hace unos meses me decidí a dedicarme a las terapias energéticas desde casa. Diseñé targetas de visita, preparé una habitación para recibir a mis clientes y empecé a informar a todos de mi nueva actividad profesional. Tres personas confiaron en mi ayuda y me sentí muy afortunada porque este trabajo espiritual me apasiona. Eso fué hacia la segunda quincena de Febrero 2020… A principios de Marzo me fuí de retiro a seguir aprendiendo los secretos de nuestra salud espiritual y cuando volví a casa empezó el confinamiento… Ya os podéis imaginar el desarrollo de mi negocio con tres peques encerrados en casa, sin posibilidad de tener a nadie ocupándose de ellos mientras yo trabajaba y sin posibilidad de recibir a nadie en mi sala de terapias… Decidí apagar el móvil durante unos días para poder dedicarme de lleno a mi familia, a mi casa y a mi espíritu.
El tiempo ya no existía. El tiempo era todo nuestro. Al principio creí que lograría convertirme en experta de todo lo que yo me propusiera, aprovechando esa temporada sabática mundial dedicándome a renacer por dentro. Leí libros, empecé a tocar el piano, escribía, dibujaba, todo ello en un estado como de limbo, de recuperación, de regeneración, entre feliz y medio en shock…
Los niños estaban felices de no tener que levantarse pronto, de ver a su papà y a su mamà siempre. Y yo feliz de poder estar con ellos, tan unidos. Durante esos días decidí abandonar mis ambiciones de ser emprendedora en salud holística. Ya había decidido darme de baja de autónoma cuando se acabara el estado de alarma. Tiré mi toalla emprendedora y no planeaba recuperarla hasta que mis tres hijos tuvieran edad escolar…
Sin embargo, unos días antes de darme de baja, me contactó una chica por Facebook para que trabajase con ella porque le había gustado mi perfil y eso me dió ánimos. Lo hablé con mi familia y aunque la mayoría me apoyaban, hubo una opinión muy en contra al respecto que me hizo tambalear… Pasados unos días, me decidí a seguir emprendiendo y descubrí mi primera empresa de network marketing. Me enamoré de sus productos y deseaba poder comprarlos todos… Pero si los compraba todos y no sabía venderlos, ¿dónde estaba el negocio? No lo acababa de ver claro…
Al cabo de unos días me contactó una amiga y excompañera de trabajo para hablarme de otra empresa multinivel y al principio me dije que podía conocer varios productos para poder ofrecerlos a mis clientes de terapias según las necesidades de cada uno. Accedí a la presentación de mi amiga y en pocos minutos me dí cuenta de que no todas las redes de mercadeo son iguales y que no todas tienen el mismo nivel de profesionalidad, filosofía, aval científico y plan de compensación. Supe desde esa primera presentación que yo quería subirme a ese tren. Llevaba años buscando una oportunidad de ese nivel.
Empezar un negocio siempre requiere una inversión considerable de tiempo, energía y recursos económicos que no siempre se ven compensados a corto plazo—como sucede también en muchos trabajos tradicionales en los cuales tienes que dedicar unos años de estudio intenso y pago de cuotas altísimas para conseguir los títulos que te permitirán acceder a esos puestos. En el caso de las empresas multinivel, la inversión inicial suele ser mínima en comparación a los trabajos tradicionales y no se requieren títulos porque toda la formación va a cargo de la empresa y de todas las personas que han entrado antes que tú. Ayudar a los que llevan menos tiempo que tú es tu trabajo principal en una red de liderazgo. Y es por eso que los grandes expertos en liderazgo se formaron desarrollando sus propias redes de venta directa.
Mi nueva profesión consiste en crecer como persona y ayudar a crecer a las personas que han decidido confiar en mí. Y no sólo eso, cuando encuentras la empresa de tus sueños es porque el producto o el servicio que ofrece lo quieres en tu vida para siempre, porque no habías encontrado nada igual—ya que otro atributo de las redes mutinivel es que todo el dinero que se ahorran en publicidad, recursos humanos y formaciones lo dedican a la calidad de sus productos y al plan de compensación de los que ayuden a desarrollar la empresa por todo el planeta.
Ahora mismo, no hay duda, las empresas en red son el eslabón perdido de la nueva realidad. La oportunidad de llegar a ser libres en la nueva economía mundial. Libres de elegir a nuestros compañeros, libres de elejir nuestros horarios laborales, libres de elegir nuestra oficina interior o exterior, libres de labrarnos un camino de cooperación hacia la salud integral y la tan merecida libertad financiera.
La competencia deja de existir entre compañeros cuando tu único camino de crecimiento es conseguir que los que vienen después de ti lleguen a los más altos rangos. Las desigualdades dejan de existir cuando tu mayor objetivo es que el trabajo sea tan sencillo y duplicable como para que cualquier persona de cualquier edad, formación y cultura pueda aprenderlo y desarrollarlo.
Yo he encontrado mi camino y ahora tan sólo me dedico a caminarlo, siguiendo, paso a paso, las enseñanzas de los que tienen más experiencia que yo hasta que yo pueda caminarlo sola, acompañando a quienes requieran de mi asistencia—claro.
Es un camino de superación personal, de aprendizaje contínuo, de maestría y de corazón—porque sólo actuando desde el corazón puedes ayudar a crecer a otra persona. Es tu propio camino al éxito sin sentirte nunca solo.
Gracias Universo por hacer que la ciencia y el amor se hayan unido por fín a la economía.