Árboles que nos trascienden

Hace unos días publiqué una entrada en este blog sobre mi nueva etapa profesional y sobre el camino que me ha llevado a tomar las riendas de mi propio negocio en la actualidad. Hubo dos personas que me contactaron por teléfono porque ese texto les había movido algo por dentro y sintieron la pulsión de hablar conmigo para colaborar en proyectos que desde hacía tiempo sentían palpitando en su corazón.

Tuve el placer de conversar con dos personas maravillosas e intercanviar palabras sentidas a un nivel profundo del alma que han iniciado la chispa de nuevos proyectos colaborativos. Me doy cuenta que cuando creas en armonía con lo que sientes por dentro, las personas que se sienten inspiradas por tus acciones toman la iniciativa de construir nuevas realidades al alcance de todos.

Vivimos en una era en que las distancias ya no existen, aunque algunos se sientan solos o saturados, vale recordar que no es importante la cantidad de afluencia que recibas cuando lanzas propuestas a la humanidad, sino la calidad de esos acercamientos y el amor con que se elaboren y se caminen los pasos hacia tus deseos.

Los frutos se regogen tras un proceso orgánico de vida y cariño. Ningún árbol dió sus primeros frutos el mismo día en que se plantó su semilla en la Tierra. Hubo alguien, individuo, colectivo o providencia, que cuidó de sus necesidades hasta que se hizo lo suficientemente robusto para devolver el amor recibido en forma de fruto sabroso para regalar al que tuvo la paciencia de esperar y cuidar de su crecimiento, o al que pasó por ahí justo en el momento de su esplendor.

Nuestras ideas son semillas, nuestros proyectos nacen de esas semillas y se alimentan de nuestro amor, tiempo y paciencia para convertirse en realidades fructíferas que den ricos frutos a sus cuidadores y a sus familias.

Ahora es un momento de labrar la tierra de nuestros sueños, de plantar esas semillas que nos vienen a la mente inesperadamente en cuanto abrimos ese espacio para que entren mensajes directos de nuestro yo superior—el que maneja nuestro cuerpo cuando no vivimos en piloto automático. Ahora es el momento de regar con amor esa Tierra repleta de semillas, observando día a día los pequeños brotes que salen a la superficie para anunciarnos su llegada a una nueva vida. Y quizás no todos los brotes llegarán a árbol, pero seguro que los que reciban más cuidados, paciencia y cariño tendrán más posibilidades de crecer fuertes y sanos.

Labra tu vida con cariño, planta todas las semillas que desees ver crecer en tu camino, riega y cuida de los brotes que decidan salir a la superficie y acompáñalos con tu mejor sonrisa para que crezcan sanos y fuertes. Los frutos son la consecuencia natural de todo el amor que hayas puesto durante su proceso de crecimiento. No se hizo un árbol fuerte en un sólo día, pero los árboles sanos pueden ser milenarios.

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